
Optimista, alegre, fuerte, querido por los suyos y los no tan suyos. Estamos hablando de Pascual Giménez, una historia de superación y crecimiento, que se encontró por el camino algo completamente inesperado…
ReCAPAZitando. Cuéntame un poco sobre cómo era tu vida antes de detectar la lesión.
Pascual Giménez. Pues bien, vivía de la forma más cotidiana posible, me dedicaba a la construcción y tuve siempre la suerte de tener un puesto estable y de sobrepasar la crisis. Me he considerado siempre una persona activa, cuando podía, hacía senderismo o bici y me gustaría decir que le metí las ganas de jugar al tenis a mi hijo. Pero vamos, una vida normal y corriente.
R. Y de tener toda estabilidad descubres que algo va mal…
P.G. Sí, bueno, todo esto sucedió en el 2010, llevaba un tiempo sintiendo unas molestias increíbles desde la zona lumbar hasta las ingles hasta que un día no pude más y fui al médico a que me vieran. Yo me olía que podía ser algo del estilo hernia discal o similar, muy típico cuando estás habituado a cargar mucho peso y no siempre de la mejor forma. Una vez hechas las pruebas me dieron la noticia, tenía roturas y desplazamiento de vértebras en la zona lumbar, no podía volver a trabajar.
R. Vaya shock…y ¿Qué fue lo siguiente que hiciste?
P.G. Pues imagínate, de repente te dicen que la única vía es operarte y que ya no puedes volver a hacer lo que siempre has hecho, con altísimo riesgo de quedarte parapléjico si volvía a hacer los mismos esfuerzos. Así que, una vez intervenido, sin trabajo, sin llevar
ingresos a la casa, me quedé hundido, incluso con mal carácter, hasta que me di cuenta de que así no podía seguir y que debía mirar hacia delante. Me recompuse, y me puse a preguntar en todos lados, a moverme, a seguir activo, no podía estar encerrado en casa y ser un mueble más. Entonces, un ex compañero, inscrito en Tocaos del Ala de Cieza me comentó que fuera al Servicio de Integración Laboral de FAMDIF, que me ayudarían a encontrar trabajo, y así fue.
R. Al llegar al SIL, ¿Cuál fue tu impresión?
P.G. Ciertamente, me recibieron muy bien desde el primer momento. Cogieron mi perfil y lo que hicieron fue pulirme, por así decirlo. Ya que no podía trabajar en el mismo sector en el que había estado siempre, me orientaron y me recomendaron que hiciera distintos cursos con los que reciclarme. Por aquel entonces yo ya había hecho uno de informática y algún otro más, por eso de no estar quieto nunca, y me inscribieron en uno gratuito de controlador de accesos que duró tres meses.
R. Eso puede ser bastante o poco tiempo según se mire.
P.G. Hombre, antes de empezar el curso, lo consulté con mi familia, porque suponía ir todos los días desde Cieza hasta Murcia y volver, y ahí se me iban unos 10 euros entre transporte y tal. Pero me apoyaron y lo hice. En ese tiempo, ya te puedes imaginar, fueron unas 300 horas compartiendo momentos y buenos ratos con los compañeros. Y luego estaban las prácticas, que las tuve en el Inacua (Murcia) y quedaron muy contentos conmigo.
R. ¿Y después de las prácticas?
P.G. El curso me sirvió de trampolín, de hecho nos llamaron a dos compañeros para trabajar en Inacua más adelante y por muy poco no me cogieron. Así que seguí haciendo nuevos cursos y preguntando, me inscribí en varias asociaciones, todos los días llamaba y pasaba por el SIL, ya me presentaba como Pascual el “Cansino” (se ríe). Pero un día una compañera vuestra me llamó y me dijo si estaba interesado para un puesto de controlador de accesos del Grupo Sureste. Esto era un jueves, la entrevista, al día siguiente por la mañana, a la tarde ya me estaban llamando para decirme que me habían seleccionado y que el puesto era mío si lo quería. Dije que sí, por supuesto.
R. Tuvo que ser un bombazo
P.G. Estábamos en casa saltando de alegría. El haberlo conseguido después de tanta lucha fue una maravilla sobre todo para ellos mi mujer y mi hijo.
R. Supongo que eres consciente de que tu caso es admirable y todo un ejemplo
P.G. A mí, que mi hijo me diga que soy un referente, que soy un espejo en el que mirarse cada día por mi dedicación y esfuerzo para encontrar trabajo y superar y adaptarme a la lesión, me llena de orgullo. De haber estado muy mal anímicamente y haber salido, de conseguir lo que uno se propone, el poder ayudar a otras personas que tienen el mismo problema que yo, es algo que va conmigo y me alegro de poder compartirlo.
R. ¿Qué recomendación harías a alguien que se encuentre en tu misma situación?
P.G. Que no se encierre en sí mismo, la gente ayuda, aunque el mayor esfuerzo lo tienes que hacer tú, por ti y los que te rodean. Si te duele mucho la lesión, hay que pensar siempre en los que más te quieren, y aguantar un poco el mal carácter porque ellos no se lo merecen. Por ejemplo, mucha gente me dice que cómo lo hago para estar siempre de buen humor y es que es esa la mejor terapia, la risa, ver el vaso medio lleno y no medio vacío, disfrutar de lo que uno tiene.
Comunicación SIL